Verde (des)esperanza
F. Rafael Varón Hernández
Recientemente terminaba una charla de divulgación arqueológica en la
que repasaba los últimos 200 años de la Arqueología en Álava con un
planteamiento personal de cómo veía el sector profesional y las “otras”
arqueologías, las que hacemos desde la Academia y las que practicamos desde las
sociedades científicas no ligadas al mundo universitario.
El truco visual de power point era poner sobre fondo gris los aspectos
negativos y en verde los positivos. Para las arqueologías de la universidad y
de las agrupaciones culturales propuse algunas líneas de optimismo, usando el
marco verde, mientras que para la profesional, el cuadro se quedó sin texto,
transmitiendo mi sensación de vacío y de ausencia de futuro, al menos de inmediato.
En el tercer tiempo, tras la charla, y con los correspondientes vasos
en las manos, tanto mis compañeros de empresa, como brillantes representantes
de la investigación arqueológica –becarios predoctorales- me transmiten el
desasosiego que les ha dejado esa última diapositiva.
Lo cierto es que mi visión era muy negativa cuando prepare la charla, y
me costó vislumbrar futuro en las otras arqueologías para las que sugerí hacer
de la necesidad virtud.
Hoy todavía lo veo peor. Si en el inicio de la crisis, hace un par de
años, miraba mi propia incapacidad para reconvertirme laboralmente en otra cosa
relacionada con el Patrimonio –visitas guiadas especializadas, documentación
virtual de los monumento, y un etcétera no pequeño que se nos proponía- en
estos días aprecio, quizás desde el error, que esa reorientación profesional
es, básicamente, imposible porque la capacidad de emprender o de inventar está
siendo anulada por la situación del mercado y los continuos recortes, que están
acabando con el público potencial al que dirigir nuestros esfuerzos
profesionales: al ritmo que va la cosa nos vamos a quedar en casa muertos de
asco –sin más-.
Tristemente se ha cumplido una de las cosas que no me he cansado de
repetir estos últimos años y que no es otra cosa que quiénes nos dedicamos a la
Arqueología comercial no éramos distintos de otras profesiones y trabajos, que
quizás tratábamos con materiales especiales en sitios especiales, esos que a
veces hacen que te lata más rápido el corazón y te permiten marchar a casa
feliz a pesar de todo lo feo que haya pasado ese día.
Y hoy nos vemos sumidos en el mismo proceso que el resto de sectores
laborales, lo que acaba con el sentimiento de ser especiales y, si alguno nos
queda, quizás tengamos que plantearnos que el optimismo que derrochamos es
patológico y que vivimos fuera de la realidad.
Sin embargo, yo creo que estamos todos pensando en lo mismo, en que
llevamos tantos años trabajando en esto que no nos apetece hacer otra cosa, y
que el karma, Fortuna o el ángel de la guarda nos van traer, en forma de
llamada telefónica o de e-correo, ese proyecto que nos permita, si no salir de
pobres, al menos vivir de lo que nos gusta un poco más y para lo que nos hemos
preparado y seguimos formándonos día tras día.
Pero
no es así. En próximas jornadas, en lo inmediato, está la asunción de
decisiones tomadas por otros que van a desbaratar el camino que hemos
transitado en estos últimos 17 años, que como dice el tango, son casi nada.
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