21 nov 2012

Capítulo 51

Verde (des)esperanza
F. Rafael Varón Hernández



Recientemente terminaba una charla de divulgación arqueológica en la que repasaba los últimos 200 años de la Arqueología en Álava con un planteamiento personal de cómo veía el sector profesional y las “otras” arqueologías, las que hacemos desde la Academia y las que practicamos desde las sociedades científicas no ligadas al mundo universitario.
El truco visual de power point era poner sobre fondo gris los aspectos negativos y en verde los positivos. Para las arqueologías de la universidad y de las agrupaciones culturales propuse algunas líneas de optimismo, usando el marco verde, mientras que para la profesional, el cuadro se quedó sin texto, transmitiendo mi sensación de vacío y de ausencia de futuro, al   menos de inmediato.
En el tercer tiempo, tras la charla, y con los correspondientes vasos en las manos, tanto mis compañeros de empresa, como brillantes representantes de la investigación arqueológica –becarios predoctorales- me transmiten el desasosiego que les ha dejado esa última diapositiva.
Lo cierto es que mi visión era muy negativa cuando prepare la charla, y me costó vislumbrar futuro en las otras arqueologías para las que sugerí hacer de la necesidad virtud.
Hoy todavía lo veo peor. Si en el inicio de la crisis, hace un par de años, miraba mi propia incapacidad para reconvertirme laboralmente en otra cosa relacionada con el Patrimonio –visitas guiadas especializadas, documentación virtual de los monumento, y un etcétera no pequeño que se nos proponía- en estos días aprecio, quizás desde el error, que esa reorientación profesional es, básicamente, imposible porque la capacidad de emprender o de inventar está siendo anulada por la situación del mercado y los continuos recortes, que están acabando con el público potencial al que dirigir nuestros esfuerzos profesionales: al ritmo que va la cosa nos vamos a quedar en casa muertos de asco –sin más-.
Tristemente se ha cumplido una de las cosas que no me he cansado de repetir estos últimos años y que no es otra cosa que quiénes nos dedicamos a la Arqueología comercial no éramos distintos de otras profesiones y trabajos, que quizás tratábamos con materiales especiales en sitios especiales, esos que a veces hacen que te lata más rápido el corazón y te permiten marchar a casa feliz a pesar de todo lo feo que haya pasado ese día.
Y hoy nos vemos sumidos en el mismo proceso que el resto de sectores laborales, lo que acaba con el sentimiento de ser especiales y, si alguno nos queda, quizás tengamos que plantearnos que el optimismo que derrochamos es patológico y que vivimos fuera de la realidad.
Sin embargo, yo creo que estamos todos pensando en lo mismo, en que llevamos tantos años trabajando en esto que no nos apetece hacer otra cosa, y que el karma, Fortuna o el ángel de la guarda nos van traer, en forma de llamada telefónica o de e-correo, ese proyecto que nos permita, si no salir de pobres, al menos vivir de lo que nos gusta un poco más y para lo que nos hemos preparado y seguimos formándonos día tras día.
Pero no es así. En próximas jornadas, en lo inmediato, está la asunción de decisiones tomadas por otros que van a desbaratar el camino que hemos transitado en estos últimos 17 años, que como dice el tango, son casi nada.

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