No haremos nada si no saben qué hacemos
Martiño Xosé Vázquez Mato
Desde que inicié mi
carrera investigadora, ahora profesional, me han acusado de ser demasiado
localista. Será porque es mi realidad inmediata, la que conozco y, en suma, la
que puedo cambiar. Soy un firme defensor del Think Global, Act Local. Es por esto que mi contribución a esta
reflexión conjunta del Futuro de la Arqueología se centra en reflexionar sobre el
ámbito de la misma y su percepción en los ciudadanos de nuestro radio de
acción.
Si salimos de nuestro
nicho conceptual, nos ponemos en la piel del 99% de la sociedad desconocedora
de nuestra realidad profesional y nos preguntamos sobre arqueología, no a nivel
global donde evidentemente clichés como Indiana Jones o las pirámides de Egipto
se llevarían la mayoría de las referencias, sino en nuestro ámbito territorial
más inmediato; lo primero que se nos debería venir a la cabeza son referentes
cercanos como por ejemplo los museos arqueológicos de nuestras ciudades. En el
caso de mi ciudad, Ourense, el museo lleva 12 años cerrado a la espera de una
eventual reforma. Al igual que cerrados se encuentran otros “centros de
interpretación” de yacimientos de la provincia como consecuencia de la falta de
planificación e inexistencia de planes de viabilidad en su construcción.
Situaciones que, a pequeña escala, reinciden en el concepto de “burbuja
cultural” que todos los gallegos conocemos bien por nuestra hipoteca adquirida
con el contenedor de Eisenman. De este modo un escaparate magnífico para acercar
tanto nuestra labor como el patrimonio arqueológico a la sociedad, e incidir en
la importancia de su protección, investigación y difusión, pasa inadvertido a
ojos de cualquier ciudadano. Aquellos que algún día lo vieron abierto lo habrán
olvidado y quienes no tuvieron esa suerte ni siquiera sabrán de su existencia.
¿Qué otro contacto
puede tener una persona normal con la arqueología en nuestra provincia?. Si
somos una persona con inquietudes culturales y leemos la prensa a menudo,
podremos ver de cuando en vez alguna excavación arqueológica que, con cargo a
alguna ayuda europea, pretende poner valor este u otro yacimiento. Pero pasan
los meses y, salvo honrosas excepciones, no volveremos a saber nada del lugar.
Otro tipo de contacto puede ser obligado por la Administración si tenemos la
“mala suerte” de querer construir o reformar nuestra casa dentro de un conjunto
histórico o área protegida de algún yacimiento y que para tener la preceptiva
licencia de obra nos requieran de los servicios de un profesional en
arqueología. Así pues, ante la atomización del sector con empresas que no son
más que autónomos tratando de sobrevivir, pediremos presupuestos a algunos de
ellos observando las grandes diferencias en los totales. Algunos hablarán de un
supuesto convenio y otros ni lo mencionarán.
¿Qué futuro pretendemos tener con esta panorama?.
Fuera de debates sobre la inexistencia de una titulación específica en
arqueología, la evidencia de una administración anacrónica, el recorte en
proyectos de investigación, reformas aberrantes en la legislación patrimonial, la
dependencia del sector de la construcción, etc.; preguntémonos cuál es el
reconocimiento social de nuestra profesión y qué hacemos para mejorarlo.
Nosotros en eso estamos.
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